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Estrategias de cooperación Sur-Sur en el fomento de la Economía Social y Solidaria en América Latina

Desde el capítulo colombiano del Centro de Investigación, Documentación e Información de la Economía Pública, Social y Cooperativa, CIRIEC, se han participado de decenas de estudios que muestran una particular forma de gestión y acción en el territorio de lo que se ha convenido en llamar organizaciones de la economía social y solidaria.

Estas particularidades configuran innovaciones sociales que resignifican las nociones de organización cívica, territorio y sostenibilidad en los entornos donde se desenvuelven, alejándose en muchos casos de las nociones de competitividad en los mercados que, desde Universidades, instituciones del Estado y políticas públicas, se proponen para las mismas. Transversalidad del diálogo, valoración de bienes ancestrales, oralidad y militancia colectiva, entre otras, se expresan en las prácticas de organizaciones latinoamericanas con los conceptos de redes solidarias, des-hegemonía, afinidad y cooperación empática entre vecinos sin guardar plena relación con los tradicionales postulados del self help de las primeras cooperativas europeas, la democracia y las políticas públicas de apoyo. Estas organizaciones de la economía social y solidaria son parte fundamental de los actores que están dando forma a las nuevas agendas de desarrollo. Sin embargo, millares de experiencias solidarias latinoamericanas tienen trazos comunes que no son comprendidos, aceptados, ni reconocidos por las lógicas institucionales que se les imponen en la región, sufriendo en su actuar tratamientos que no son cónsonos con sus orientaciones, expectativas y posibilidades en un contexto de creciente descontento social, desempleo e incapacidad de las instituciones para lograr el bien común. A similares conclusiones llegan estudios de académicos latinoamericanos, como José Luis Coraggio, Antonio Cruz, Luis Razeto, Aníbal Quijano, Boris Marañon, Pablo Guerra, Hinkelammert y que venían advirtiéndose desde estudios heterodoxos de antropólogos, economistas, sociólogos e historiadores entre otros. Con el fin de pensar políticas que respondan a estas necesidades, generar estrategias para la promoción del trabajo decente, el autoempleo y el trabajo sostenible y apelar a las asociaciones de intercambio generados a partir de la estrategia de cooperación Sur-Sur y triangular se propone compartir algunas reflexiones que coadyuvan a pensar en estrategias para la implementación de políticas públicas y basadas en experiencias de la región, algunas documentadas y otras no, que en el marco de los actuales escenarios de desolación comunitaria por la presencia de grupos armados ilegales, conglomerados de narcotráfico, pandillas y contrabando sufren en uno u otro grado los países de la región Latinoamérica. Con ello se busca intercambiar recursos y facilitar la transferencia de conocimientos y experiencias para desarrollar habilidades y capacidades tal y como lo proponen las expertas en cooperación sur-sur triangular Anita Amorim, Iraís Martínez y Esther Gómez (2014). Algunas experiencias relevantes Hay cientos de experiencias documentadas que conforman un repositorio de las buenas prácticas locales. En ellas se evidencia que las organizaciones solidarias han estado inmersas históricamente en la construcción de la convivencia pacífica en territorios con condiciones adversas para la cooperación combinando acciones, aparentemente inusuales, que producen cambios en distintas vías, En Brasil, se ha documentado como la declaración en quiebra de un complejo agroindustrial fue el principio para la organización de más de tres mil familias para su recuperación. Hoy estas personas asociadas administran los activos del complejo en régimen de autogestión que conserva reservas ambientales. por otra parte, relata la experiencia de una fábrica cooperativa de ladrillos para la resocialización de encarcelados y ex–convictos ha logrado servir de medio para procurar empleo en una pequeña comarca y hacer del trabajo una razón para no delinquir. Sus miembros son respetados por la comunidad y han comprendido que la libertad se obtiene a partir de la construcción de su autonomía. En el Salvador, luego de la guerra civil de la década de los 80’s la comunidad de Vainillas se organizó en una cooperativa para hacer frente a las condiciones de exclusión en el acceso a la tierra y de sobrellevar una actividad agraria para su autoprovisión alimentaria. Esta cooperativa fue el ente por medio del cual se negociaron acuerdos con los terratenientes y se generó un liderazgo que propició redes de confianza para la reconstrucción social y terminó representando a sus miembros ante la institucionalidad y también a los campesinos no organizados. Levin, relata como en la convulsionada región de Chiapas en México, una cooperativa de indígenas productores orgánicos de café ha logrado proyectar su actividad por fuera de los tradicionales gremios cafeteros capitalistas y han logrado tener el control sobre el procesamiento y venta de su producto a partir del mercado de comercio justo. En un marco donde persiste la violencia, esta cooperativa ha generado soluciones sostenibles para su comunidad con articulación de redes solidarias en otros países.

En Colombia, en la Provincia del Guanentá en Santander, se han generado decenas de organizaciones solidarias que actúan entre si generando un circuito económico donde la producción, el consumo, la financiación, la distribución, la transformación y los medios de comunicación, participación y educación han gestado la imbricación productiva de las vocaciones de esta región. Los estudios realizados indican que estas prácticas han generado altos índice de desarrollo humano en comparación con la media del país. por otra parte, en el Departamento de Casanare el proyecto UTOPÍA ha logrado generar un laboratorio de paz que se desprende de un asentamiento universitario donde jóvenes en condición de exclusión se alojan en el campus mientras cursan programas académicos de ingeniería agronómica, liderazgo social e investigación agrícola mientras desarrollan iniciativas de producción como medio de compensación por sus estudios. Aprendizajes para la implementación de políticas públicas de economía social y solidaria En los territorios donde persisten acciones violentas como regla de imposición, se requieren generar condiciones actitudinales para navegar contracorriente. Pero en muchos de estos territorios los planes de desarrollo, los programas de formalización y competitividad están lejos de ser implementados dado que la ausencia del Estado y la desconfianza impide la visibilidad de su importancia a la luz de las adversidades y cotidianidades de estos territorios. A la larga, los procesos de implementación de políticas públicas razonadas para la lógica de capital citadina generan trampas de la donación por la sobreoferta de dádivas sociales.

Bajo las experiencias de las organizaciones de la economía social y solidaria los cambios se gestan desde las decisiones de los individuos, su racionalidad en las organizaciones y los marcos institucionales dispuestos. Esta tríada es inseparable y constituye el marco desde el cual trabajar para impulsar una política pública donde las instituciones no siguen modelos preconcebidos sino que permiten que las comunidades desplieguen sus capacidades entendiendo que la lógica del emprendimiento capitalista es económicamente distante de estas realidades y aunque tarden tiempo en generar rentabilidad económica, generan una acumulación de capital social cónsono con sus necesidades, expresadas en la valorización de factores locales de cambio, en la generación de emprendimientos sociales y en la activación de la energía social a partir del encuentro comunitario desplegado en fiestas, reuniones, acciones deportivas, convites y demás. En definitiva, se requiere que toda política pública contemple la tríada organización, encuentro y acción logran generar circuitos de reproducción de vida.

Fuente: Organización Internacional del Trabajo

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