Cañada Rosquín: diez años de esfuerzo para ser sus propios dueños
La quiebra de la empresa Sagyd SA abrió las puertas a los trabajadores a hacerse cargo de los destinos de la fábrica santafesina que elabora velas, jabones y otros artículos de limpieza. Una década después, y tras posicionarse comercialmente en el norte argentino como cooperativa, los asociados lograron la propiedad del inmueble.
Pasaron 5200 semanas desde que la jabonera Cañada Rosquín emergió como cooperativa por iniciativa de trabajadores. Se negaron a perder puestos laborales y se organizaron en esa comuna del centro oeste de la provincia de Santa Fe.
“Festejamos fue que finalmente el Registro de la propiedad inmueble de Santa Fe sacó el oficio con las escrituras a nombre de la Cooperativa ordenadas por un juez. Esto fue un logro porque nos sacó de la quiebra definitiva, y ahora ellos al ser dueños de la maquinaria y de la fábrica, se les abre todo un nuevo marco de acceso a crédito y demás, que antes no lo podían hacer”, le dijo a Ansol la abogada de los 44 trabajadores, Marcela Macellari. No perdió oportunidad para destacar la lucha que llevaron a cabo para mantenerse y ser reconocidos como los propietarios del inmueble y la maquinaria.
La cooperativa produce derivados del jabón: de tocador a través de la marca Signo, en polvo y detergente Ídolo, jabón de lavar Carabela y La perdíz, junto con detergente en barra Sirkis, con gran presencia comercial en el norte argentino.
Un pueblo pendiente de la autogestión
Para finales de 2005, la situación de la compañía Sociedad Argentina Grasos y Derivados dejaba entrever que la quiebra estaba próxima y los mayores afectados serían los trabajadores: les debían los aguinaldos, entre cuatro y cinco meses de sueldos, y para colmo de males, ellos empezaban a ver cómo se llevaban poco a poco la maquinaria, al tiempo que incumplían los pedidos con los clientes. Rápidamente, los ex empleados empezaron a informarse acerca del cooperativismo y la autogestión, para actuar velozmente cuando todo se derrumbara. Y así fue.
Con el nuevo año, en 2006, la empresa cerró y dejó a 83 personas en la calle pero volvieron a levantar las persianas autogestionándose: para 2008 la producción había crecido más de un 250 por ciento. “Fueron diez años de mucha lucha, porque había muchos acreedores, la fábrica estaba muy obsoleta y hubo que remontarla”, recuerda Marcela. Mientras, las virutas de jabón perfuman el aire y ellos, los trabajadores, respiran con alivio: son dueños.
Fuente: Consumo Solidario