Otro invento argentino: una cooperativa halla el “remedio” a un mal de las abejas
Un avance de productores cooperativos apícolas del sur de Buenos Aires. Es una sustancia contra una plaga que afecta la producción de miel. Ya recibieron pedidos de todo el mundo.
Hace más de 5 años, un grupo de apicultores del sudoeste de Buenos Aires, con el apoyo de expertos, salió a buscar un aliado en el cada vez más desigual combate contra la varroasis, un mal que golpea a la producción de miel en todo el mundo. Una vez que lo encontró, después de varios ensayos y de sortear dificultades económicas, apareció la tentación de vender la fórmula a un laboratorio multinacional. A pesar de una oferta millonaria, optaron por seguir un camino que ahora comienza a dar réditos. Réditos que no se miden desde el lucro individual, sino que son fruto de un trabajo grupal, y que se reparten en forma de cooperativa y con la premisa de precios justos, para asegurar un círculo virtuoso.
El logro, un acaricida orgánico que hace un mes llegó al mercado con el nombre comercial de Aluen CAP, no es producto de una mente brillante, sino del esfuerzo de varios actores, entre los que hay desde apicultores, técnicos apícolas, agrónomos, biólogos y bioquímicos hasta veterinarios y contadores. “Es un gran equipo de trabajo, donde resulta muy difícil diferenciar de dónde viene cada uno” explica Elián Tourn, presidente de la Cooperativa Apícola Pampero. Junto a otros agentes del programa Cambio Rural del INTA, productores y profesionales de la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca dieron los primeros pasos en 2010. Al año siguiente, ya habían obtenido la primera prueba eficaz de un método de aplicación que los laboratorios más grandes del mundo llevaban 20 años buscando. “Nuestro objetivo era solucionar un problema, nunca quisimos hacer un negocio” remarca Tourn, al explicar el rechazo a la oferta recibida cuando el producto apenas era una fórmula, sin patentar –trascendió que fueron cerca de 4 millones de dólares–. “Ni siquiera tuvimos que votar. Fuimos todos en consenso hacia adelante” aporta el ingeniero Alfredo Marconi, síndico de la cooperativa de trabajo. “La propuesta nos potenció, valoramos lo que teníamos en mano y que valía la pena invertir tiempo y esfuerzo” agrega.
Aquella decisión aceleró la llegada de fondos institucionales. El ministerio de Industria aportó el 50% para las máquinas de la línea de producción y luego el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social financió la primera etapa del patentamiento. El resto lo aportaron los 264 apicultores que integran la cámara. Son ellos, que suman unas 120.000 colmenas y representan el 10% de la producción nacional, los que proponen a la cooperativa, formada por los técnicos, el precio al que debe venderse el producto y el destino a darle a los excedentes que se reinvertirán en investigación e industrialización del sector, una falencia de la apicultura nacional. Argentina es el segundo mayor productor de miel del mundo, pero los niveles de exportación tuvieron una fuerte caída en los últimos años.
Ahora que el producto fue habilitado por el SeNaSa y comenzó a venderse, llegan ofertas de todo el mundo. Ya tienen una importante venta cerrada a Uruguay. Y hacen fila para comprarlo desde otros países de América, Europa, Asia y África. En esta etapa de incipiente expansión, se preocupan por mantener los principios cooperativos, como el del precio justo para el productor. “Además de que el apicultor es muy comprometido y orgulloso de su actividad, el carácter multidisciplinario es el que hace la diferencia”, destaca Liliana Gallez, del laboratorio de la UNS sobre el éxito del grupo que tiene otros desarrollos en marcha. Entre ellos, el de la diversificación de la miel según calidad y origen –como con los vinos–, lo que agregará aún más valor a la producción regional, ya libre de la maldita varrosis.
Qué es la varroasis
La varroasis es provocada por un ácaro que parasita a las abejas, tanto juveniles como adultas y afecta su vida en la colmena. Impacta en la calidad de la miel y es utilizada como barrera sanitaria en el mundo. Para combatirla hay acaricidas sintéticos y orgánicos. Los primeros, derivados del petróleo, se aplican una sola vez, pero su efecto residual es alto además de generar resistencia en los parásitos. En Argentina, el 98% de los que se usan son sintéticos. Los orgánicos no contaminan, pero requieren de aplicaciones continuas, que los vuelven antieconómicos. Y su nivel de eficacia no supera el 60%. Aluen CAP es un ácido oxálico con tiras de liberación lenta que, al ser de origen orgánico no genera resistencia, ni afecta el desarrollo ni la cría de la abeja, pero reduce de 5 a 1 el número de aplicaciones necesarias. La molécula central de la fórmula está en todos los seres vivos y se mantiene estable dentro de la colmena por 42 días, lo que garantiza un mínimo de eficacia del 95%.
Fuente: Clarín