Hacer lío: La consigna cumplida en la Alianza Cooperativa Internacional
“Hagan lío”, consignó el Papa Francisco en la Cumbre Mundial de la Juventud, realizada en Brasil a mediados de 2013. Poco antes, al ser ungido jefe de la Iglesia Católica, había hecho hincapié, ante la multitud reunida en la plaza San Pedro, en su procedencia desde el “fin del mundo”. Sus posteriores y reiteradas críticas al sistema hegemónico a nivel global fueron de la mano de cálidas palabras de aliento al modelo de organización cooperativo.
Toda esta retórica papal constituye, sin dudas, una novedad, por la significancia que tienen determinados términos críticos hacia el dominio del capital por sobre las personas, emanados desde posiciones de poder magnánimas que otrora pudieron ser convalecientes con ese tipo de formación económica.
Esto demuestra que las instituciones –aun las de estructuras históricas más conservadoras– no son estáticas ni mantienen constante una faceta, sino que hay diversas corrientes internas y liderazgos que, junto a equipos de trabajo dinámicos y a una masa crítica que presione hacia el cambio, pueden re-posicionarla y re-dirigir sus objetivos.
Precisamente, ese desplazamiento es el que empezó a intentar el movimiento cooperativo argentino en el ámbito global, en los últimos años, respaldado en una dimensión temporal que se nutre de nombres y acciones de larga data cuya incidencia posicionó históricamente al país como miembro activo de la Alianza Cooperativa Internacional y, por otro lado, en una dimensión espacial relativa al amplio espectro de relaciones y al nivel de integración logrado en términos regionales y sectoriales.
Es insoslayable el contexto geopolítico mundial, que encuentra al capitalismo neoliberal rompiendo las barreras que el Estado de Bienestar había levantado frente al avance del utilitarismo mercantil y desbordando de este modo la capacidad de los gobiernos de garantizar, cuando lo intentan, una distribución equitativa de la riqueza y de las oportunidades en cada una de las naciones. La interpelación institucional a los mandatarios políticos corre, así, cada vez más, el riesgo de volverse inocua si no se complementa a su vez con la generación y el fortalecimiento de iniciativas que confronten la lógica de acumulación de capital en el seno del sistema económico.
En cualquier caso, la correspondiente incidencia en la sociedad, que es precisa para avanzar en esta gran empresa, tampoco se logra si el actor en cuestión no se decide a constituirse como factor de poder, con una plataforma de acción definida y con el coraje para defenderla tanto hacia adentro como hacia afuera.
“El reto es mover la dirección de la economía global”
La Alianza Cooperativa Internacional es la organización que representa al movimiento a nivel mundial desde 1895, cuando se institucionalizó el cooperativismo moderno, con los Pioneros de Rochdale como hito antecedente y fundante. Guardiana de la doctrina cooperativa, recién en 1995 incluyó la palabra “empresa” en la definición de este tipo de entidades.
Actualmente, está embarcada en una serie de debates acerca de cómo lograr mayor incidencia sobre aquellos espacios inter-gubernamentales que suponen tener el timón de la política y la economía globales. “Pienso que el cooperativismo está finalmente aprendiendo a estar a la altura de su propio potencial y tratar de llevar la voz de los millones de cooperativistas alrededor del mundo dentro de los ámbitos de poder. El reto es mover la dirección de la economía global, poniendo mayor énfasis en el rol del ser humano en la economía”, declaró su primera presidenta mujer en la historia, la británica Pauline Green, poco antes de dejar su cargo en noviembre del año pasado.
Entretanto, la Alianza encaró desde 2011 un intento de movilizar la aplicación de los siete principios cooperativos en las bases, aterrizando con un documento que reúne prácticas y recomendaciones en francés, inglés y español. Además, se pusieron sobre la mesa cuestiones relativas a la identidad, la sostenibilidad, la participación, el capital y el marco normativo, apoyadas en un documento titulado Plan para una Década Cooperativa, que apunta a discutir de cara al 2020 el rol y la dinámica del movimiento sobre esos cinco ejes.
La declaración del 2012 como Año Internacional de las Cooperativas, por parte de las Naciones Unidas, junto con la incorporación del modelo cooperativo en textos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y otros organismos internacionales, intensificó la apuesta en la medida en que la interpelación de las cooperativas a los poderes públicos –y a la sociedad en general– parece empezar a intensificarse.
Como se deduce también de las declaraciones de Francisco, este tipo de empresas están llamadas hoy a ocupar un rol más protagónico que alternativo a la hora de fijar el rumbo global. Esto implica, si se quiere, ser algo más que un modelo que sirve para colocar allí donde es necesario neutralizar los desfalcos del capitalismo en su fase actual. Porque esto, aun cuando fuera necesario, no es suficiente. Hoy el mundo necesita una propuesta más contundente para salir del laberinto en que lo ha metido un sistema que, si fue siempre injusto, hoy es además especulador y buitre.
Si hace varias décadas el bienestar general era posible de la mano del Estado, aun en sociedades con este modo de producción, hoy eso parece irrecuperable en tanto la lógica del mercado financiero –antagónica a aquellos principios de la cooperación, la ayuda mutua y la solidaridad– colonizó las estructuras de gobierno, desdibujó la economía real y pasó a dominar a la opinión pública a través de sus propios conglomerados mediáticos, impregnándose culturalmente en la acción social de los individuos y asegurando de este modo una matriz distributiva excluyente como nunca antes.
Extinguido en sí mismo, además, el estatismo absoluto, con la caída del muro de Berlín, el cooperativismo continúa siendo, junto con otras formas de organización económica semejantes (llamadas colaborativas, de ayuda mutua, del bien común, etcétera), la herramienta más efectiva para frenar esa avanzada y propender a la democratización de la economía, entre otras esferas de la vida social.
Eso requiere organización. Una organización que se comprometa a nivel global para tener efectos concretos sobre las múltiples realidades locales. Cada cooperativa debe ser una apoyatura de la Alianza, a la vez que la Alianza debe ser, en términos mundiales, la demostración de que hay una manera efectiva de ser económicamente eficientes y socialmente responsables.
Una propuesta innovadora
Sobre esa base, el cooperativismo argentino entendió oportuno irrumpir en un ciclo histórico del movimiento a nivel global caracterizado fundamentalmente por el predominio de grandes entidades, dotadas de ingentes recursos y radicadas en el hemisferio norte.
El principal problema de esa estructuración interna del cooperativismo mundial no es en sí mismo el poderío de esas instituciones –que se traduce en la gobernanza sobre el movimiento a través de la Alianza–, en tanto es sumamente necesario contar con grandes empresas cooperativas que disputen la renta a nivel nacional, regional y global. La cuestión es cómo abrir más la participación a las distintas regiones y sectores que componen la Alianza, cómo aumentar la participación de la juventud en los proyectos, cómo alcanzar una verdadera equidad de género y cómo fomentar la integración territorial, sectorial y de escalas.
La propuesta argentina, puesta en juego a la hora de elegir al sucesor de Green, en noviembre del año pasado, no solamente incluyó el cómo hacerlo sino que tuvo el aval de su propia trayectoria para presentarse con toda la voluntad política de llevarlo a cabo.
“Orientar los esfuerzos de la Alianza para que el movimiento cooperativo sea un efectivo protagonista a escala mundial en la construcción de otra economía, requiere –más allá de los aspectos organizativos y de disponibilidad de recursos ya comentados– la profundización del proceso de ampliación del número y diversidad de los miembros que representa, y desde allí convertirse en opción real a la hora de solucionar las necesidades de los pueblos del mundo”. Con esa consigna cerró la plataforma de gobierno 2016-17 presentada por Cooperar, publicada in extenso en el número anterior (Nº 217) de esta revista. El posicionamiento de esta iniciativa, encabezada por el dirigente Ariel Guarco, conjugó los esfuerzos de todas las instituciones nacionales asociadas a la Alianza para poner tanto al candidato como a la plataforma al conocimiento de todas sus organizaciones miembro.
En esa dirección, la campaña de comunicación estratégica se desenvolvió durante los meses de septiembre, octubre y la primera mitad de noviembre, orientada a un mapa de públicos segmentados en Latinoamérica y en el Resto del Mundo, apoyada en una plataforma web bilingüe del candidato (www.arielguarco.cooperar.coop). Se distribuyeron dos boletines por semana para posicionar las propuestas, compartir las visiones y explicar la trayectoria de Guarco, quien a su vez mantuvo una comunicación directa con muchos líderes del movimiento e incluso realizó una visita a China, Japón y Corea para conversar personalmente con los dirigentes “del otro lado del mundo”. La campaña contempló también la producción (en sociedad con cooperativas audiovisuales) y difusión de tres spot de un minuto y de un video de cierre de campaña de tres minutos. En todos los casos se utilizaron los idiomas español e inglés y algunas piezas de lanzamiento y clausura se realizaron también en francés y portugués.
El alcance de todos estos contenidos se multiplicó a través de una sistemática y cotidiana publicación en las redes sociales del propio candidato, coordinadas junto con las de la Confederación y potenciadas a través de distintos medios digitales que posee el movimiento de la economía solidaria en nuestro país.
Ya en Antalya (Turquía), donde se realizó la Asamblea General y la elección presidencial en el marco de la Conferencia Global de la Alianza, el propio Guarco explicó a un auditorio con más de 200 líderes sectoriales cómo era posible la inter-cooperación empresarial con base en la integración de distintas cooperativas. El ejemplo inspirador fue la Central de Compras lanzada por la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo, gestada a su vez a partir de la relación comercial solidaria entre distintas cooperativas de trabajo, mutuales y cooperativas de consumo y vertebrada en el sostén que le dio durante estos años la Cooperativa Obrera.
En definitiva, se presentó un modelo de integración que en Argentina viene funcionando pero que es necesario hacer trascender a nivel regional e intercontinental. La voluntad política de encarar ese desafío y de poner a disposición los medios operativos para hacerlo es una realidad que es tan insoslayable en nuestra historia reciente como innegable su necesidad en el ámbito de la Alianza.
Más de 200 votos acompañaron la propuesta el 13 de noviembre en Turquía. Fueron insuficientes para acceder a la presidencia de la entidad, que quedó en manos de la canadiense Monique Leroux, pero dejaron sembrada una semilla inédita en el campo cooperativo internacional.
“Hagan lío pero también ayuden a arreglar y organizar el lío que hacen. Un lío que nos dé esperanza”, completó el Papa en aquella entusiasta oratoria ante la juventud. También con el esfuerzo que significa tener el punto de partida en el fin del mundo, el movimiento cooperativo argentino deberá seguir adelante en este camino para extender y hacer posible en los próximos años una exigente propuesta que ya no es solo suya.
Fuente: Idelcoop