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“El crecimiento económico es el veneno de nuestra época”

 

El objetivo es ambicioso. El método, innovador. Para examinar la lenta y opaca decadencia de la economía política del siglo XX y el surgimiento de sus ruinas de un nuevo paradigma, Saskia Sassen (La Haya, 1949. Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2013), profesora de Sociología de la Universidad de Columbia, Nueva York, ha decidido archivar las categorías tradicionales "que articulan nuestro conocimiento de la economía, de la sociedad y de la interacción con la biosfera".

Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global (Katz, 2015) es el resultado de ese esfuerzo: una inmersión en la transición histórica que estamos viviendo. Un intento de leer, tras la especificidad de los diversos procesos --el empobrecimiento de la clase media en los países ricos, la expulsión de miles de pequeños agricultores en los países pobres, las prácticas industriales destructoras de la biosfera-- una misma tendencia subterránea: el final de la lógica inclusiva que ha gobernado la economía capitalista a partir de la Segunda Guerra Mundial y la afirmación de una nueva y peligrosa dinámica. La de la expulsión.

Profesora Sassen, las patologías del capitalismo están a la vista de todos, pero los diagnósticos difieren. Los economistas que contestan al neoliberalismo señalan la creciente desigualdad (por ejemplo, Stglitz en El precio de la desigualdad) mientras usted prefiere quedarse con la categoría de "expulsión". ¿Por qué?

Por dos razones. La primera es que la desigualdad es inevitable en unos sistemas complejos y altamente diferenciados y nos acompaña desde que los primeros seres humanos construyeron ciudades. Tenemos, pues, que interrogarnos sobre las condiciones de la desigualdad: por ejemplo, deberemos preguntarnos cuándo la desigualdad pasa a ser profundamente injusta y cuándo es aceptable. Las economías posteriores a la Segunda Guerra Mundial también producían desigualdad, pero era una forma de desigualdad más o menos razonable. Hoy, la desigualdad es, por el contrario, extrema. La segunda, y para mí más importante, razón es que hablar de "mayor desigualdad", "mayor pobreza", del aumento de las población penal, del crecimiento de la destrucción ambiental, etcétera, no basta para identificar el periodo actual. Hay rupturas en curso. No se trata, pues, de un "aumento" de la misma cosa.

En efecto, usted habla de un "nuevo y alarmante problema: el surgimiento de la lógica de la expulsión", que señala la entrada en "una nueva fase del capitalismo avanzado"...

Así es. Nos enfrentamos a una serie --imponente y diversificada-- de expulsiones, una serie que muestra una transformación sistémica más profunda, que se documenta a retazos, de modo parcial, en diversos estudios especializados pero que no se narra como una dinámica omnicomprensiva que nos está conduciendo a una nueva fase del capitalismo global, y de la destrucción global.

No se trata, pues, de una forma acentuada de la tradicional "exclusión social"...

Como categoría analítica, el concepto de expulsiones es distinto al más común de "exclusión social": esta última tiene lugar en el seno de un sistema y, en ese sentido, puede ser redimensionada, mejorada, incluso eliminada. En los sistemas complejos existen, sin embargo, márgenes sistémicos múltiples, y las expulsiones atraviesan ámbitos y sistemas diversos, de las prisiones a los campos de refugiados, del aumento del ascendiente de las finanzas a las destrucciones ambientales. Yo considero que las expulsiones tienen lugar en el márgen sistémico.

En su libro, ofrece una amplia casuística de los procesos de expulsión --de la sociedad, de la economía, de la biosfera-- y analiza los instrumentos que condicionan esos procesos. ¿Nos puede poner algún ejemplo?

Los instrumentos varían mucho, en efecto, y algunos de ellos son familiares. Con el concepto de expulsión intento de algún modo capturar, identificar la forma extrema de lo familiar. Uso el término "expulsión" para describir una serie de procesos que producen resultados extremos por un lado y, por otro, podrían ser familiares y habituales. Un ejemplo sería el creciente número de indigentes; de evacuados en los países pobres amontonados en campos de refugiados formales o informales; de discriminados y perseguidos en los países ricos depositados en prisiones; de trabajadores con el cuerpo destruido por el trabajo y que pasan a ser inútiles demasiado jóvenes; de una población activa que se considera que sobra y vive en guetos y barracones. Podría añadir esa parte de la biosfera expulsada de su espacio vital a causa de las técnicas de extracción o del acaparamiento de tierras. E insisto en que, en este ámbito, la moderada expresión "cambio climático" no logra captar el hecho de que, empíricamente, existen amplias extensiones de tierra muerta y de agua muerta.

Según su análisis, los casos extremos ahora enumerados consiguen iluminar lógicas sistémicas ocultas, que si no permanecerían invisibles. Sin embargo, podría objetarse que se trata de casos tan extremos que no representan tendencias relevantes, generalizadas. ¿Nos explica mejor por qué ha decidido llevar a cabo su investigación en torno a lo que define como "márgenes sistémicos"?

Tendemos a cerrarnos ante lo extremo. Es excesivo y demasiado desagradable. Nos faltan conceptos para entenderlo. Por eso se convierte fácilmente en lo monstruoso. O pasa a ser invisible, independientemente de su materialidad. En Expulsiones examino un amplio radio de procesos que en un determinado momento se vuelven tan extremos que ya no se pueden explicar con el familiar lenguaje del "más". Podemos pensar en esos momentos extremos como en un "margen sistémico" que no tiene nada que ver con los confines interestatales. Los márgenes sistémicos, los bordes, proliferan, atraviesan ámbitos y sectores diversos. Además, los considero un punto sobre una larga trayectoria, cuando una condición familiar pasa a ser invisible y es expulsada del espacio de nuestro conocimiento y de nuestra experiencia. Me concentro en el momento de la expulsión, es lo que defino como "margen sistémico", como el momento en el que lo familiar pasa a ser extremo. Es la versión extrema de condiciones familiares... No se trata de lo monstruoso, de lo extravagante, que pertenecen a una realidad diferente. El momento de la expulsión es el momento en el que una condición familiar pasa a ser extrema: no se es simplemente pobre sino que no se tiene casa, se está hambriento, se vive en un barracón. O, por lo que respecta a la tierra y al agua: como decía no está simplemente degradada, insalubre. Está muerta, acabada.

Pasemos a las causas. Estamos habituados a imputar la patología del capitalismo a la élite depredadora, a los magnates con chistera, puro y bastón. En Expulsión usted escribe, por el contrario, que hoy no debemos preocuparnos tanto de las élites depredadoras como de las "formaciones depredadoras". ¿Qué son?

Son formaciones complejas que reúnen muchos elementos: élite, capacidad sistémica, mercados, innovaciones técnicas (de mercado y financieras) autorizadas por los Gobiernos. Son, por ejemplo, los nuevos instrumentos legales y contables, desarrollados a través de los años, que condicionan lo que hoy nos parece un contrato legítimo. Son los bancos centrales que surten de expansiones cuantitativas: en el caso de Estados Unidos, 7.000 millones de dólares de los ciudadanos se han puesto a disposición del sistema financiero internacional a un interés muy bajo, y después se han usado para especular, no para dar préstamos a las pequeñas empresas con desesperada necesidad de crédito. En este sentido, nos enfrentamos a zonas complejas que reúnen una variedad de elementos, lo que excede al simple hecho de tener una élite de poderosos superricos. Aunque nos libráramos de todos los superricos, seguiríamos teniendo resultados similares a los actuales.

Si incluso los Gobiernos --especialmente la rama ejecutiva-- son parte de la formación depredadora. ¿Debemos archivar la tesis de que el Estado-nación en su totalidad es una víctima de los procesos de globalización económica?

Así es. Y es especialmente erróneo cuando se trata de la rama ejecutiva de los Gobiernos porque son los Parlamentos y la rama legislativa los que han sufrido una pérdida masiva de funciones y poder. Mientras que la rama ejecutiva --y por tanto los presidentes o primeros ministros-- ha adquirido un nuevo tipo de poder, especial, gracias a la globalización: son los que establecen las políticas y articulan los tratados comerciales y de inversión que sostienen a las corporaciones. Y, a su vez, los bancos centrales sostienen el sistema financiero, no a los pobres o a los pequeños empresarios.

Para usted, la decadencia de la economía política del siglo XX se "inicia en los años ochenta", aunque haya una dinámica "que con frecuencia viene de lejos". ¿Por qué considera esa década como un punto de inflexión?

En los años setenta ya había algunas señales evidentes, pero fue en los años ochenta cuando la economía comenzó a cambiar su curso y a restringirse: debilitamiento de los sindicatos, menores inversiones en infraestructuras en beneficio de todos, incluso de los barrios y familias más pobres, aumento de la concentración de poder y riqueza en un vértice en detrimento del desarrollo de la clase media. En mi libro, he incluido un esquema que muestra cómo en los años ochenta nuestros Gobiernos fuertemente desarrollados comenzaron a ser más pobres; mientras tanto, en el mundo menos desarrollado en lugar de invertir en la producción manufacturera se desviaron las inversiones a la extracción de minerales, al petróleo y a otros sectores primarios. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en el África subsahariana, que se había desarrollado en los años sesenta y setenta con el éxito de los procesos de independencia. Esos procesos produjeron riqueza para las empresas y para las élites gobernantes corruptas pero pobreza para la población.

El paso de una lógica inclusiva a una lógica de expulsión marca una auténtica ruptura respecto a la fase precedente, la del capitalismo keynesiano de posguerra...

Sí, en los años ochenta se produjo una ruptura radical, una fractura, respecto al capitalismo keynesiano, cuya lógica dominante --a pesar de sus limitaciones-- era la inclusión, la reducción de las tendencias sistémicas a la desigualdad, porque el sistema se basaba en la producción y el consumo de masa, es decir, en una lógica expansiva. La manufactura de masa, el consumo de masa, la construcción de viviendas y calles incluso para los menos favorecidos: todo ello se logró aumentando el espacio de la economía e incorporando a las personas en el sistema.

Usted sostiene que, sin embargo, hoy, la lógica que gobierna la economía apunta hacia lo que describe como "contracción del espacio económico".

Hoy, algunos sectores se benefician aún de cierta expansión pero otros sectores clave no la necesitan, por lo que nos encontramos con un fuerte aumento de los beneficios totales de las corporaciones, pero un espacio económico en conjunto más circunscrito. Los beneficios de las corporaciones aumentan pero el espacio económico se contrae en conjunto. El sector del consumo ha sido parcialmente destruido por la financiarización de la economía que puede producir beneficios mucho más altos que los del sector del consumo. Paralelamente, se da una redefinición de facto del espacio económico, una contracción de la economía, de la que se expulsa todo aquello (incluso las personas) que ya no se considera productivo según los criterios estándar.

¿Quiere decir que debemos adoptar nuevos criterios para evaluar el crecimiento y los beneficios económicos?

Así es. El crecimiento económico, medido según los criterios convencionales, es el veneno de nuestra época. Se necesitan economías que respondan a la lógica distributiva: cuanto más se involucre a las personas y las realidades territoriales y locales, más se benefician las economías y producen beneficios. Hoy ocurre lo contrario. Nos libramos de todos los trabajadores sindicalizados, de las clases medias, excluidas de los servicios estatales, de los estudiantes que necesitarían universidades gratuitas...

En Expulsiones, dice que la crisis griega no es una anomalía sino que, al contrario, encarna las características estructurales de la economía política de toda la Unión Europea. ¿Nos puede explicar su tesis?

Mi tesis es que, cuando Alemania y el Reino Unido dicen: "Grecia es el problema, nosotros estamos bien", se equivocan. Las tendencias son las mismas para todos estos países. Grecia es únicamente la visión más extrema de la misma tendencia. En el libro presento un gráfico que muestra en qué medida todas las principales economías de la Unión Europea, incluida la alemana, presentaban un descenso neto, tras 2008 la crisis explota. Alemania tiene un sector manufacturero fuerte, lo que le ha permitido recuperarse pronto. Grecia tiene unos oligarcas que han abusado del país, que no pagan impuestos y que fundamentalmente no contribuyen a la economía griega. Los Juegos Olímpicos son el ejemplo más evidente. Pero la tendencia es la misma.

Da la impresión de que usted interpreta la contracción del espacio económico como un síntoma del debilitamiento del proyecto de Estado de bienestar liberal. ¿Considera que la lógica de la expulsión está provocando la decadencia del Estado liberal, tal y como se concibe generalmente?

La mayor parte de los Estados liberales están hoy en decadencia. Las razones son complejas y las examino con detalle en mi libro precedente Territorio, autoridad, derechos (Katz, 2010). Las privatizaciones y las desregulaciones han sido factores cruciales. Otro factor es el creciente número de ricos y de corporaciones potentes que pagan cada vez menos impuestos. La financiarización de la economía y la gradual contracción de los sectores económicos distributivos como el manufacturero son otro factor. El empobrecimiento de las clases medias, el aumento de los precios de la vivienda que han dificultado la posibilidad de que los hijos vivan fuera de casa, la contracción del sistema de seguridad social organizado por el Estado. Es el resultado de una lógica distorsionada que ha aprisionado al Estado liberal. En los extremos, ese resultado son las expulsiones.

Traducción de María Cordón.

Expulsiones, Brutalidad y complejidad en la economía global. Saskia Sassen. Traducción de Stella Mastrangelo. Katz, 2015.

Esta entrevista se publicó en versión íntegra en Micromega.net y antes, resumida, en la revista Espresso, pocos días antes de la lección magistral que Saskia Sassen impartió en el Salone dell'editoria sociale di Roma.

Fuente: Contexto y Acción

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