Las cooperativas eléctricas de renovables: Una alternativa democrática al consumo de energía
Protestamos poco y mal, sólo cuando estamos con los amigos, con la familia, en el bar. Mostramos nuestra profunda indignación, cargados de razón. Y hasta aquí dura nuestro enfado, nuestra protesta. Sin embargo, a la hora de la verdad, somos ciudadanos que no dedicamos ni un poquito de nuestro tiempo a tejer estructuras sociales que sirvan para defender nuestros derechos y transmitir a nuestros representantes políticos nuestra visión de la sociedad.
En general, no queremos saber nada o casi nada de cómo resolver problemas sociales y de convivencia que nos atañen a todos, ni siquiera aquellos que nos son más cercanos, que tienen que ver con nuestros vecinos, con nuestro bloque de pisos, con nuestro barrio, con nuestra ciudad, con nuestro trabajo, a no ser que afecte directamente a nuestro salario.
Esperamos que alguien resuelva todos los problemas, sin pensar siquiera que sólo mediante la participación activa de la ciudadanía, el diálogo, la confrontación de ideas y la discusión entre personas de opiniones distintas y diversas, puede ir configurándose un entorno social y político donde se pueda avanzar, pensando sobre todo en el bienestar colectivo antes que en el beneficio personal.
Ejemplos tenemos muchos, pero me voy a centrar esta vez en la factura eléctrica: una factura que todos recibimos, que casi nadie entiende y que casi todos pagamos. Una tarifa eléctrica cuya estructura es un auténtico disparate -basta mirar el resultado final-. Por un lado, permite obtener grandes beneficios a las empresas eléctricas, mientras que, por otro lado, produce sufrimiento entre la población más desprotegida. Nos estamos acostumbrando a llamar a esta injusticia “pobreza energética”, banalizando un problema grave que afecta a una parte cada vez mayor de nuestra población. Así, sin considerar que la energía debe ser considerada un derecho al que todos tengamos acceso, al que no paga la luz, se le corta, sea verano o invierno, sean familias con niños o con todos los miembros en paro.
El contrato de suministro eléctrico incluye una serie de conceptos que tienes que pagar y que son ajenos al consumo de energía. De esta forma, incluso sin consumir ni un solo kWh tienes que pagar una cantidad que no es pequeña a la compañía eléctrica. Y lo mismo ocurre con el gas. Por lo tanto, el acceso a la energía, como derecho y como bien social necesario para tener una vida digna, sólo es realidad si tienes dinero para pagarlo.
Además, los españoles pagamos más cara la electricidad y el gas que la mayoría de los países europeos. En concreto, la tarifa doméstica es la cuarta más cara de Europa, siendo la que más subidas ha registrado en los últimos años.
Tampoco nos permiten, de manera fácil, sencilla y rentable, instalar paneles fotovoltaicos para autoabastecernos de parte de la energía que necesitamos, con una legislación que es la peor de todos los países desarrollados y que impide que los ciudadanos podamos tener el control de nuestro consumo energético y disminuir así el coste de nuestra factura eléctrica.
Deberíamos ser capaces de encontrar una solución razonable para todos estos problemas. Una buena forma de empezar sería organizarse como sociedad civil para reivindicar y, sobre todo, trabajar para que cambie el estado actual de la situación.
Albert Einstein decía “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
Por tanto, si no nos gusta cómo nos tratan las empresas eléctricas tradicionales, si pensamos que no defienden nuestros intereses y que sólo buscan su beneficio, empecemos por contratar el suministro eléctrico con empresas ajenas al oligopolio eléctrico. Puede parecer un pequeño gesto, pero tiene su importancia, ya que cuestiona el modelo actual.
Con esta idea han surgido las cooperativas eléctricas, que ya están extendidas por otros países de Europa y que cada vez tienen más aceptación en España. Estas cooperativas nacen como una forma de recuperar autonomía en el ámbito energético frente a las empresas eléctricas tradicionales. Son cooperativas de usuarios de electricidad, sin ánimo de lucro, que comercializan energía de fuentes renovables para sus socios.
Tienen entre sus objetivos promover la generación de su propia energía comercializada, con criterios de sostenibilidad, transparencia y democracia interna en su toma de decisiones. El motivo para participar en estas cooperativas no es tanto obtener mejores precios en la comercialización de la energía, como ayudar a establecer un sistema de organización ciudadana distinto al actual. En este nuevo modelo se propone la generación descentralizada de electricidad utilizando fuentes de energías renovables sean la base de su actuación, impulsando el autoconsumo y el consumo compartido, con unos precios que reflejen el coste real de la producción de energía y con criterios de solidaridad y equidad social.
En la actualidad, estas cooperativas crecen con dificultad debido, entre otras razones, a la compleja estructura del mercado eléctrico en el que tienen que competir y, naturalmente, a que no son vistas con buenos ojos por las empresas eléctricas, que intentan entorpecer su desarrollo. En este sentido, la reciente creación de la Unión Nacional de Cooperativas Eléctricas es una buena noticia, ya que va a permitir optimizar esfuerzos, compartir experiencias y defender mejor sus legítimos intereses. Las últimas cifras hablan de que estas cooperativas gestionan alrededor de 40.000 contratos, frente a los algo más de 28 millones que gestionan las empresas de UNESA. Aunque todavía son pequeñas, realizan una labor social importante, por lo que es necesario que crezcan en número de socios y que este modelo se reproduzca a nivel local en todo el territorio nacional.
Trabajemos para transformar nuestro modelo energético. Si no defendemos nuestros intereses con responsabilidad social, nadie lo va a hacer por nosotros.
Fuente: Gestar Coop