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Alimentación culturalmente preferida. Conocimiento local y transición agroecológica en Nicaragua

 

"El cultivo de leguminosas en Nicaragua es fundamental para garantizar la seguridad y soberanía alimentarias. Su consumo está altamente vinculado a la cultura, la economía y a la identidad de productores y productoras a pequeña escala. Aunque el frijol rojo sigue siendo el preferido para consumo, también se han identificado otras variedades comestibles que también se pueden usar como cultivos de cobertura y para sombra. El establecimiento de bancos de semillas criollas comunitarios y las campañas vinculadas al rescate de semillas han impulsado múltiples experiencias en la región, que son ejemplos inspiradores de búsqueda y aplicación de la agroecología."

 

El presente artículo está basado en siete años de colaboración en el norte de Nicaragua, entre productores a pequeña escala organizados en cooperativas, universidades y ONGs nacionales e internacionales, teniendo como fundamento los principios de la agroecología, la investigación-acción con participación de la comunidad y la transdiciplinariedad, en el marco del proyecto de Seguridad y Soberanía Alimentaria (SSALS), en sociedad con la Promotora de Desarrollo Cooperativo de las Segovias (PRODECOOP RL), el Centro de Información e Innovación de la Asociación para el Desarrollo Social de Nicaragua (CII-ASDENIC), la Red de Agroecología Comunitaria (CAN) y la Universidad de Santa Clara, California, con el apoyo de Keuring Green Mountain.

Los frijoles y su importancia en la dieta nicaragüense basada en proteína vegetal

El frijol rojo común (Phaseolus vulgaris L.) y las legumbres en general, forma parte de la dieta básica y culturalmente preferida en Nicaragua y es fuente principal de proteína vegetal. El consumo per cápita es de 26,1 kg por año (IICA, 2009). El diagnóstico participativo realizado en 2010 a 260 familias encontró que los hogares aún contaban con 42 variedades de frijoles. Aunque PRODECOOP es una unión de cooperativas con reputación internacional por la venta al mercado justo de café especial orgánico, el 60% de los productores a pequeña escala asociados producen granos básicos y cultivan frijoles integrados a la milpa, y almacenan aproximadamente 209,1 kg para el consumo anual de la familia, compuesta en promedio por seis miembros.

Entre 2011 y 2015 el proyecto recopiló información que demuestra que para las familias que producen el grano el consumo del frijol en la zona es diario durante los meses de abundancia –septiembre a febrero– y cuatro veces a la semana en los meses de escasez –de marzo a agosto–. Durante esta época uno de los principales mecanismos para afrontar el hambre es el racionamiento de alimentos, especialmente de los frijoles. “Si hay un poquito de frijoles, entonces los haces sopa y a la sopa se le echan los guineos, los tamalitos (pedacitos de masa), hojas, flores, las hierbas y eso no solo te rinde, sino que es una cosa bien vitaminada”. “Hoy en día no pido, solo agradezco: por el sol que nos alumbra, por el aire, por el arroz y los frijoles” (Juana en Guía de buenas prácticas en Las Segovias, 2011).

Este racionamiento se incrementó en 2014 y 2015, cuando los precios se dispararon en un 210% (FEWS, 2015) y los productores a pequeña escala sufrieron los impactos de la sequía y de la roya del café (Hemileia vastatrix).

Conocimiento local, especialmente femenino, y formas de preparación de las legumbres

En 2010 las productoras compartieron más de 700 recetas; más de 40% de ellas incluían leguminosas como frijoles (rojos, bancos, rosados y negros), soya, lentejas, frijol arveja, frijol gandúl o frijol de palo (Cajanus cajan), frijol caupí (Vigna unguiculata), pizul, chinapopo (Phaseolus coccineus), sinaque, escumite (Phaseolus acutifolius A. Gray), arroceño, faba (Phaseolus vulgaris) entre otros. Las familias productoras implementan diferentes métodos de preparación: cocidas, fritas, molidas, en sopas o caldos, en chorizo como el caso de la soya en el famoso gallo pinto, que es una mezcla de frijoles con arroz, en nacatamales especiales de Navidad; los chícharos en tamales pizque rellenos para Semana Santa y que son envueltos en hojas de guarumo (Cecropia peltata L.), de platanillo (Heliconia L.) o con astillas de la corteza de Brasil (Caesalpinia echinata) que les da el tono púrpura, sobre tortillas tostadas como repochetas o en empanadas y tortas y también como mermelada de frijoles. Ejemplos de recetas compartidas incluyen la torta de frijol arveja y los frijoles cocidos con verduras.

Legumbres tiernas, esperanza de que el ciclo del hambre estacional esté llegando a su fin

Es importante mencionar que durante los periodos de hambre estacional que confrontan las familias productoras campesinas, las legumbres representan esperanza. Cuando las plantas comienzan a florecer se sabe que podrá haber comida, pero cuando las vainitas tiernas están listas para ser cocinadas, entonces es evidente que el periodo de hambre está pasando. Los guisos se hacen presentes en los hogares, y su presencia en comunidades indígenas y campesinas ha sido trasmitida de generación en generación. Se preparan de manera sencilla o combinados con otros productos que son cultivados en asociación con calabaza (Cucurbita moschata), chilotes de maíz, y se sazonan con mostaza criolla (Sinapis alba) que crece de forma silvestre en la milpa. Las legumbres tiernas son valoradas desde un punto de vista nutricional. En pocos días las familias celebrarán con alegría el poder consumir camaguas o frijoles maduros, que son de rápido cocimiento, y en la tradición campesina son motivo de intercambio, de regalos, de solidaridad y de celebración.

Legumbres, precios y soberanía alimentaria

La seguridad alimentaria de las comunidades campesinas con una agricultura dependiente de la lluvia es altamente sensible al daño de patógenos y la variabilidad climática. Los cambios económicos como la alteración de los precios de las materias primas y otros, significan reducción de ingresos para las familias campesinas. Al mismo tiempo, ellas deben afrontar peligros como la violencia y disturbios políticos (Pachauri y Meyer, 2014).

Es importante analizar los impactos en el contexto de la sequía y el alza del precio de frijoles de 2014-15, pues hace menos de seis décadas la milpa era manejada sin agroquímicos. Esto ha cambiado, generándose dependencia y endeudamiento por la desaparición de las semillas criollas.

En el marco de esta colaboración en el norte de Nicaragua se seleccionaron múltiples estrategias para responder a esta preocupación colectiva. Desde 2011 se estableció un componente de aprendizaje y experimentación campesina y se ubicaron siete bancos de semillas criollas en las sedes de las cooperativas de primer nivel. Uno de los principales logros es la promoción del conocimiento local y la soberanía alimentaria mediante el mantenimiento de semillas propias en un 85%, así como el mejoramiento de los sistemas de almacenamiento, que disminuyó las pérdidas poscosecha de 25 a 12%. También se han logrado 300 milpas diversificadas. Aún hay retos que afrontar, pero los logros alcanzados se dan con pasos sólidos.

Experimentación campesina, un estudio de la milpa agroecológica y cultivos de cobertura

La experimentación campesina “abierta” cuenta con la participación de 249 familias y consiste en la selección libre de estrategias que contribuyan a disminuir el hambre estacional, e incluyen: producción y adaptación de semillas, múltiples usos de leguminosas y cultivos de cobertura. Las leguminosas son manejadas como sustituto válido de los abonos nitrogenados y producen, por tanto, un estado de fertilización natural para el suelo. En las cooperativas, los cultivos de cobertura están siendo exitosamente utilizados para:

  • cobertura en los viveros de café

  • intercalarlos en los cafetales renovados que fueron afectados por la roya

  • uso en parcelas experimentales de la milpa.

La experimentación “cerrada” es monitoreada de manera más rigurosa. El estudio comparativo fue entre una milpa agroecológica y una convencional. Se condujo de 2012 a 2014 con la participación de 28 productores experimentadores, de acuerdo con el calendario agrícola en Nicaragua, que incluye tres periodos de siembra: primera (mayo-junio), postrera (septiembre-octubre) y apante (diciembre). La experimentación fue liderada por Ramón Olivas de PRODECOOP y contó con la participación de Francisco Salmeron (Universidad Nacional Agraria en Nicaragua) y de Jorge Irán Vásquez del Programa de Campesino-a-Campesino.

Los resultados preliminares mostraron que:

  • los productores experimentadores tienen conocimiento y prefieren el uso de semillas criollas de granos básicos en un 100% y seleccionan y almacenan sus semillas para la próxima temporada

  • los productores agroecológicos tuvieron una mejor cobertura del suelo, menos erosión, mayor control de plagas y mejor calidad del producto. Aunque el rendimiento fue igual o menor que en ciclos anteriores, tienen mayor diversidad de productos orgánicos para control de plagas y mejor resistencia en condiciones de almacenamiento. Durante la sequía de 2014 fueron capaces de cosechar a pesar de las altas pérdidas en la región

  • los agricultores convencionales obtuvieron rendimientos iguales o mejores que en ciclos anteriores pero las parcelas fueron muy afectadas por las plagas y aplicaron el agrotóxico Permetrina para controlarlas.

Conclusiones

El cultivo de leguminosas en Nicaragua es fundamental para garantizar la seguridad y soberanía alimentarias. Su consumo está altamente vinculado a la cultura, la economía y a la identidad de productores y productoras a pequeña escala. Aunque el frijol rojo sigue siendo el preferido para consumo, también se han identificado otras variedades comestibles que también se pueden usar como cultivos de cobertura y para sombra. El establecimiento de bancos de semillas criollas comunitarios y las campañas vinculadas al rescate de semillas han impulsado múltiples experiencias en la región, que son ejemplos inspiradores de búsqueda y aplicación de la agroecología. Los modelos de investigación-acción-participación, con base en la comunidad, proponen un marco que facilita las colaboraciones entre múltiples sectores para la generación de conocimiento replicable y no replicable. La experiencia compartida del norte de Nicaragua es una muestra de la lucha cotidiana contra el hambre estacional y la variabilidad del clima, así como un ejemplo de ajustes organizacionales y de apertura a la búsqueda colectiva.

Fuente: Biodiversidad de América Latina y el Caribe

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