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España: la evolución del Comercio Justo

 

Hasta hace apenas unos años la realidad del Comercio Justo en el Estado español se ajustaba, a grandes rasgos, al siguiente relato: quienes traían desde origen los productos, los transformaban (en el caso de que no llegasen ya en su formato final) y distribuían como mayoristas, tareas características de lo que en el sector se conoce coloquialmente como “las importadoras”, eran todas organizaciones “sociales”.

 

Esto es entidades de Comercio Justo pertenecientes a este movimiento de solidaridad internacional y de economía social. La venta final de estos productos se realizaba principalmente a través de las tiendas de Comercio Justo, gestionadas también por organizaciones de Comercio Justo. Tanto las importadoras como las tiendas eran entidades sin ánimo de lucro (asociaciones, fundaciones, cooperativas), miembros e incluso fundadoras de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ) y pioneras de este movimiento en España. Las organizaciones de Comercio Justo eran pues las protagonistas y actores casi en exclusividad de este movimiento, además del puente entre productores en origen y consumidores en destino, compaginando por lo general su actividad comercial con otras actividades de formación, denuncia e incidencia política.

Todo esto condicionaba la naturaleza y volúmenes de los productos ofertados, así como los canales y formas de distribución y, cómo no, de quienes participabanen el último escalón de esta cadena comercial: personas bastante concienciadas que hacían un consumo de Comercio Justo intenso y muy cons-ciente.Esta fue, grosso modo, la fotografía del Comercio Justo en España desde sus inicios, allá por finales de la década de 1980, hasta hace apenas unos años. Un Comercio Justo caracterizado por su naturaleza activista y minoritaria, tanto en los volúmenes de venta como en los niveles de co-nocimiento y apoyo por parte de la sociedad y de otros actores; donde las tiendas especializa-das y la artesanía contaban con un peso relativo mucho mayor que en otros países europeos; y donde las propias organizaciones importadoras y comercializadoras eran la fuente principal de garantía del origen justo de estos productos.

Pero a partir de 2005, y sobre todo a partir de 2008, aquella “excepción española” comenzó un profundo proceso de cambio que aún hoy perdura y que tiene en el crecimiento cuantitativo y en la diversificación cualitativa sus dos principales exponentes, no por ello exentos de numerosos matices, como veremos.

Las ventas de Comercio Justo en el Estado español facturaron 31,1 millones de euros en 2013, lo cual supuso un incremento del 10% con respecto al año anterior Desde los poco menos de 7 millones registrados en 2000, las ventas no han parado de crecer. Ni siquiera durante los últimos años de crisis económica, mostrando, bien al contrario, una aceleración de los niveles de crecimiento.

El crecimiento de las ventas durante estos últimos años no se corresponde con un aumento del gasto que hacían quienes ya consumían Comercio Justo antes de la crisis, sino con una ampliación de la base social de consumidores que se han sumado a esta forma de consumo. Las razones por las que un conocimiento relati-vamente amplio del Comercio Justo apenas se traduce en compras de estos productos son di-versas y complejas para poder explicarlas con de-tenimiento aquí.

Valga citar algunos factores de-terminantes como la escasez de puntos de venta o la ausencia de alternativas de Comercio Justo para muchas gamas de productos habituales. De media, en los países europeos donde se comercializan productos de Comercio Justo, un consumidor medio gasta al año 10,3 euros en este tipo de artículos (9,7 si nos referimos únicamente a aquellos países que forman parte de la UE, excluyendo por lo tanto a Noruega y Suiza). Al lado de los poco menos de 0,7 euros (66,8 céntimos) antes señalados, el diferencial resulta abrumador: el consumo anual de Comercio Justo por habitante en España es hoy 15 veces menor que la media europea.

Pero como buena media, estas cifras agregadas europeas esconden una dispersión enorme. En un extremo encontramos casos como el de Suiza (con 39 euros anuales por persona de gasto en productos de Comercio Justo), Reino Unido (30 euros), Finlandia (28) o Luxemburgo (20), donde el Comercio Justo forma parte habitual de la cesta de la compra de los hogares. En el otro, encontramos países donde el consumo es todavía incipiente y casi anecdótico. Solo República Checa, Letonia y Lituania tienen un gasto anual medio por habitante menor que Es-paña. Incluso Estonia está ligeramente por enci-ma. Así pues, lo que parecía poco en términos absolutos, sigue siéndolo cuando lo comparamos con otros países de nuestro entorno.

Como ya hemos señalad, esta brecha con Europa se debe a varios factores. En primer lugar, el Comercio Justo llegó a España a finales de la década de 1980, con casi 20 años de retraso con respecto a otros países europeos pioneros de este movimiento. Este desfase inicial ha condicionado sin duda la lle-gada tardía a nuestro país de fenómenos que ya eran tendencia en el Comercio Justo europeo (la certificación por parte de empresas convencionales, la presencia de productos en canales de distribución mayoritarios, la primacía de la alimentación, el apoyo de otros actores, etc.). Pero, obviamente, no puede servir eternamente como excusa: desde aquel comienzo con retraso ha pa-sado ya mucho tiempo y, de hecho, los últimos años muestran que la convergencia con Europa se acelera tanto cuantitativa como cualitativa-mente, como veremos a continuación.

Otro factor fundamental de esta diferencia, derivado en gran medida del anterior, es el apoyo relativamente menor que los diversos actores privados y públicos han dado al Comercio Justo en España con respecto a otros países europeos. Administraciones Públicas, empresas privadas o medios de comunicación apenas se han involucrado en fomentar esta forma de comercio y consumo alternativo. Esto también parece estar cambiando, si bien la crisis económica condiciona la forma que está tomando.Pero no todo son desventajas en este sentido: ir a la cola permite tomar nota de los aciertos y errores que han cometido otras experiencias de Comercio Justo con mayor trayectoria.

Aprender de estos ejemplos y adaptar los eventuales frenos y palancas a la realidad española constituye un desafío, además de un ejercicio útil y necesario. Sin duda pondremos todo de nuestra parte para contribuir a ello.

Fuente: EconomiaSolidaria.org

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