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Abrir mercados, clave para frenar los precios de los alimentos

 

¿Quién no acompañaría de buen grado una solución global para reducir la volatilidad excesiva de los precios de los productos de la agricultura? Tanto por las consecuencias que puede tener en el crecimiento mundial como por su amenaza a la seguridad alimentaria, el problema en sí es relativamente sencillo de reconocer y, a primera vista, todo un imán para el consenso entre países en desarrollo y desarrollados.

 

El asunto por sus causas es más fácil de reconocer que de abordar, y un acuerdo justo que estabilice los precios de todos los productos básicos parece casi a la mano, pero solamente a primera vista.

Según el índice específico que elabora la FAO (Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura), los precios de los alimentos alcanzaron un récord histórico en 2011, después de una baja durante la crisis de 2008 a la que siguió una nueva disparada en 2010, en particular el trigo, con impacto en otros cultivos como el maíz.

Si hay que atender a los argumentos de algunos países de la Unión Europea, esta volatilidad tiene su origen en la aplicación de restricciones o derechos a las exportaciones (a través de retenciones, por ejemplo).

Días atrás, tuvimos la oportunidad de discutir esta cuestión con Bruno Le Maire, experimentado político francés, que hoy es el ministro de Agricultura de Francia. En el diálogo -recordemos que Francia preside el G-8 y el G-20, y la Argentina el G-77 + China) aparecieron evidentes diferencias de concepto entre esa lectura y la visión de muchos países en desarrollo, entre ellos, el nuestro. Para nosotros, claramente, hay que poner el foco en las distorsiones que provocan antiguas barreras no arancelarias y subsidios internos en el comercio mundial de productos agropecuarios.

Ello es así, sin dejar de atender otra de las razones de la volatilidad de los precios: la especulación financiera en los mercados de futuros y en los de derivados.

La Comisión de Expertos sobre la Reforma del Sistema Monetario Internacional de la ONU, presidida por el premio Nobel Joseph Stiglitz, explicó con detalle cómo antes de estallar la última crisis (2008-2010) la inflación pasó de los precios de los activos financieros al petróleo y a los alimentos. Luego, ésos y otros commodities se convirtieron en un tipo de activo financiero más, sujeto a la inversión financiera y a la especulación.

Se monta entonces un círculo vicioso. Primero, la oscilación de los precios de los commodities afecta a las decisiones de los agricultores sobre qué cultivar. Este tipo de especulación genera ya problemas de información asimétrica, una primera distorsión.

Pero luego, al volverse amplios e imprevisibles los cambios de precios, crece la posibilidad de hacer grandes ganancias especulando sobre la base de futuros movimientos de precios de un producto cualquiera de la agricultura mundial. Así, la volatilidad lleva a la especulación, que a su vez puede reiniciar una ronda de desestabilización de los precios en los mercados reales, tanto en países importadores como exportadores.

Conclusión: ciertamente, varias razones pueden explicar el aumento general tan temido de los precios de los alimentos a lo largo del tiempo, pero sólo ese tipo de especulación financiera puede explicar las importantes oscilaciones en los precios de los alimentos.

Se vuelve importante aquí recordar el concepto de seguridad alimentaria elaborado en el ámbito del sistema de la ONU, en sus varias dimensiones, como que haya disponibilidad y acceso a los alimentos, pero especialmente en cuanto a la estabilidad de la oferta, que mantenga alimentos suficientes durante todo el año, a pesar de variaciones climáticas y sin excesiva variación de precios.

En palabras escogidas por la Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO (1996), hay seguridad alimentaria «cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico a los alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida sana y activa».

La delegación de la Argentina ante la ONU ha renovado el reclamo de muchos otros países en desarrollo de desmantelamiento de las políticas de países desarrollados que restringen el acceso a mercados domésticos volcando, además, cuantiosos recursos con subsidios que no hacen otra cosa que alentar aquella especulación financiera.

En lugar de cerrar mercados, es necesario abrirlos entre los países de mayor peso comercial y, a la vez, estimular de ese modo la producción en los países en desarrollo, sobre todo los más necesitados.

El BID, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, el Banco Mundial y la FAO, entre las principales organizaciones multilaterales, pueden cumplir un rol clave en el fortalecimiento de la cooperación técnica y financiera que aumente la productividad agrícola; en nuestro caso, especialmente a través de la cooperación Sur-Sur. La Argentina impulsó por ello la reforma del Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO cuando ejerció su presidencia en 2008 y en 2009.

Fuente: Embajada Abierta

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