top of page

Megafusiones y amenazas a la soberanía alimentaria

 

El Grupo ETC compartió una actualización de las nuevas alianzas entre los gigantes de los negocios agrícolas, que de seis pasarían a tres. En esta página resumimos los graves problemas que se suman a los conocidos agravios de los Seis Gigantes Genéticos a las comunidades campesinas, a la naturaleza y a la economía y el estómago de todos.

En los últimos días los medios de comunicación han informado que DuPont y Dow, por un lado, y Syngenta y ChemChina (la corporación nacional de químicos de China) por otro lado, están por fusionarse. Monsanto negocia por separado con Bayer y BASF. Si las fusiones se consolidan, las primeras etapas de la cadena alimentaria industrial quedarán en manos de sólo tres oligopolios que controlarán entre el 61 y el 65% de las ventas mundiales de pesticidas y semillas comerciales. Si alguna empresa queda sin fusionarse se convierte en presa irresistible para Deere & Co., (la número uno en el mundo en el área de maquinaria, inteligencia artificial y robótica para la agricultura), con lo que se inaugura la posibilidad del control, por parte de “nuevas” mega empresas, de todos los suministros agrícolas, desde semillas y pesticidas hasta fertilizantes, maquinaria, bases de datos y seguros de cosecha.

¿Cuáles son las implicaciones de estas nuevas configuraciones comerciales?

El mercado ya está de por sí muy concentrado, y las organizaciones campesinas y agroecológicas no compran semillas de estas empresas ni quieren sus pesticidas. Según estimaciones recientes, al menos un 90% de las semillas cultivadas por el campesinado cada año provienen o bien de su propia cosecha o de intercambios con vecinos en mercados locales, y con ello alimentan al 70% de la población mundial. ¿Qué debe preocuparnos entonces?

No podemos perder de vista que las multinacionales son quienes negocian permanentemente con las autoridades. El comercio, las subvenciones, las leyes laborales, las patentes, el uso del suelo, la regulación fitosanitaria, los gastos en infraestructuras y las políticas de mercado se diseñan a medida de los intereses de los grandes agronegocios y los 100 millones de parcelas que dicen son sus clientes. Los 570 millones de familias campesinas que realmente alimentan al mundo sufren las consecuencias de estas políticas sesgadas, no como un ataque directo, sino como daños colaterales. Cuanto más concentrado esté el poder de cabildeo de la agricultura industrial, más destrucción sufrirá la red alimentaria campesina y los sistemas alimentarios agroecológicos.

Con estas fusiones, la destrucción de las actividades públicas de mejoramiento puede ser terminal. El uso de agrotóxicos aumentaría exponencialmente, la invasión de propuestas de agricultura de precisión o “climáticamente inteligente” sería imparable. La especulación de los precios de los granos en las bolsas de valores, los seguros de cosecha, las tendencias en la investigación, estarían en manos de estos oligopolios que lo mismo venden las semillas, prescriben los químicos o predicen el clima.

Las nuevas megafusiones ocasionarían mayor mecanización agrícola, que se traduce siempre en pérdida de empleos. Sería aún más difícil impedir la liberación de organismos artificiales creados mediante biología sintética, o lograr consensos internacionales para evitar que se promuevan cultivos Terminator u otras aberraciones que se están experimentando. Los efectos destructivos rebasarían el ámbito de las redes no industriales de producción de alimentos, hacia la totalidad de los ecosistemas.

Sin embargo, el éxito de estas fusiones entre los dinosaurios de los negocios agrícolas no está asegurado. El éxito tiene que ver más con las políticas nacionales y con los beneficios de los accionistas. El Sur global es la región del mundo con mayor crecimiento de los agronegocios. Lo que ocurra allí es más importante para el futuro del sector que Europa y Norteamérica. Si Argentina, Brasil, Sudáfrica, China o Indonesia manifiestan su rechazo al panorama de dominio de tres o cuatro tiranos agrícolas, y asoma la inestabilidad política debido a los reacomodos rurales, los accionistas se pondrán nerviosos (nadie quiere perder) y las oficinas antimonopolio en todos los países podrían actuar con mayor decisión.

Si se bloquearan las fusiones, el próximo paso consistiría en seguir reconstruyendo un sistema de investigación resiliente, orientado fundamentalmente por el campesinado y los productores agroecológicos. Por cuidado del comercio doméstico o por el instinto de autoconservación de los gobiernos nacionales, y por la lucha de cada vez más organizaciones y personas por la soberanía alimentaria, estas megafusiones están lejos de poder concretarse. En los próximos meses, las manifestaciones políticas y populares de muchos tipos, así como los debates en los medios de comunicación nacionales y con los legisladores de cada país, podrían asestar a los Seis Gigantes Genéticos un golpe que impida estas fusiones. El fondo de la lucha no es evitar estas asociaciones específicas, sino avanzar en el camino a terminar con el complejo industrial químico/semillero. La veleidad de las empresas agrícolas está atrayendo la atención de los medios como nunca.

Es una oportunidad muy grande para mostrar a todo el mundo que los negocios agrícolas no contribuyen, sino que amenazan de muerte a la soberanía alimentaria que existe; que los monopolios multinacionales no están del lado de los pueblos ni de los países, que las nuevas tecnologías se conducen por el lucro y no por la ciencia verdadera y que la propiedad intelectual es únicamente el despojo legalizado de los recursos agrícolas que colectivamente se han conservado y desarrollado para la supervivencia de la humanidad.

Fuente: Grain

Davos y la Economía Solidaria
Auspiciantes
Seguinos!
  • Facebook Basic Black
  • Twitter Basic Black
  • Google+ Basic Black
bottom of page