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Economía solidaria: un nuevo modelo de desarrollo

 

Solidaridad, cooperación, ayuda mutua, reciprocidad, equidad, son algunos de los principios de las cooperativas de economía solidaria.

En marzo de 1999, el presidente ecuatoriano Jamil Mahuad (1998-2000) decretó un feriado bancario por 24 horas, que se extendieron a cinco días durante los cuales no se pudo realizar ninguna transacción. Al feriado le siguió la disposición de cerrar las cuentas por un año; a esto se lo llamó “congelamiento de depósitos” y afectó a las cuentas con más de dos millones de sucres, unos US$400 a esa época.

A reglón seguido, el 9 de enero del 2000, se decretó la dolarización de la economía ecuatoriana, fijando el dólar en un cambio de 25,000 sucres; los $400 congelados se convirtieron en $80, así se produjo el mayor atraco a los ecuatorianos que tenían sus fondos en el sistema financiero, quienes vieron esfumarse las cuatro quintas partes de sus capitales.

La gente dejó de creer en el sistema financiero, muchos ancianos perdieron sus pensiones jubilares y optaron por el suicidio, se inició un éxodo hacia Europa y EEUU en busca de mejores oportunidades: el país quebró.

En este escenario adverso para las finanzas ¿podría surgir una nueva cooperativa de ahorro y crédito?

Fondvida: otra economía

En los años 80 se formó la Federación de Barrios Populares del Noroccidente de Quito, principalmente con barrios informales o en proceso de regularización.

“Los barrios se organizaron para evitar los desalojos, luego para exigir la dotación de servicios básicos”, cuenta Xavier Alvarado, quien lideró esta organización. Con ayuda de la organización humanitaria británica Oxfam, a finales de 1999, la Federación empezó a brindar pequeños créditos para mejoramiento de vivienda, y así nació la idea de formar una cooperativa.

Mauro Quingalombo, uno de los fundadores de Fondvida, recuerda que la principal discusión era precisamente el escenario económico del país. “Pensamos que crear una cooperativa era muy arriesgado porque la gente dejó de creer en el sistema financiero, y solo teníamos $40 mil para dar vida a esta idea o para perderlo todo”, dice Quingalombo.

A pesar de las inquietudes, se arriesgaron. El 14 de noviembre del 2000 nace el Fondo para el Desarrollo y la Vida, Fondvida. “Teníamos la certeza de que la gente iba a responder si se daban cuenta que era su cooperativa y que no era un banco; así que la primera buena obra de la cooperativa fue el ser dirigida por la propia gente de los barrios del noroccidente”, cuenta Quingalombo, quien fue su primer presidente.

En efecto, cada uno de los trabajadores y trabajadoras de Fondvida fueron seleccionados en los barrios del noroccidente, incluida la gerente, Sandra Naula, quien le imprimió el carácter de desarrollo comunitario a una institución financiera.

“La gente conocía a quien le atendía, decía ‘mira si esa es la hija del vecino, o ese es el hijo del compadre’. Entonces fue la cercanía de la gente la que brindó confianza”, dice Quingalombo. La confianza le ha llevado a Fondvida a mantener transacciones anuales que superan los $5 millones, en tres oficinas de barrios urbano marginales.

“A más de brindar servicios de ahorro y crédito, se debía pensar que una cooperativa como Fondvida debía vincularse con la organización barrial y saber de los problemas que se viven en los barrios, de los problemas que viven sus habitantes, para que aporte con los barrios. Aún no se hablaba mucho de economía solidaria, pero ya pensábamos que una cooperativa de barrio debía ser solidaria con lo que pasa en el barrio, y eso no es únicamente una cuestión de dinero”, manifiesta Javier Alvarado.

Fondvida incursionó en la dinámica barrial, financió campamentos vacacionales, escuelas de fútbol, adoquinados de calles, creación de puestos de mercado; se arriesgó a otorgar créditos para que los jóvenes incursionaran en sus primeros negocios; diseñó un compendio de herramientas para que, quienes emprendían por primera vez en negocios, formen sistemas de evaluación financiera que les permita crecer y proyectarse a futuro.

“La idea es que demos los primeros créditos y dejemos a la gente lista para acceder al sistema financiero formal”, dice Quingalombo.

Las amenazas al sistema de economía solidaria

Como Fondvida, muchas otras cooperativas crecieron amparadas en la confianza y cercanía con la gente; cooperativas que luego se transformaron en bancos, como Codesarrollo, una cooperativa vinculada al desarrollo agroproductivo; cooperativas que crecieron al punto de patrocinar a equipos de fútbol en el campeonato nacional, como Mushuc Runa (hombre nuevo), que nació con indígenas y campesinos de Pilahuín, en la Provincia de Tungurahua, en 1997, y que ahora sus transacciones superan los $40 millones anuales.

Pero no todo ha sido bueno, también hay cooperativas que han quebrado o que han estafado a sus socios. Para enfrentar este problema, en Ecuador se dictó la Ley Orgánica de Economía Popular y Solidaria, en el 2011, y regula la acción de las cooperativas de economía solidaria, pero el remedio resultó peor que la enfermedad.

“La ley vigente en Ecuador no contempla la realidad de las pequeñas cooperativas, como la exigencia de que sus consejos de administración y vigilancia sean conformados por profesionales en economía, administración o derecho. ¿De dónde vamos a sacar un administrador de empresas en un barrio de los nuestros?, se pregunta Quingalombo.

Las nuevas exigencias han motivado que pequeñas cooperativas se vayan fusionando para enfrentar las nuevas regulaciones. “Nos están forzando a perder nuestra cercanía con la gente, que es nuestro principal capital, pues en las elecciones de directivas tenemos que decir usted no puede, usted tampoco, ni usted… y eso genera desconfianza”, afirma Quingalombo.

“Las cooperativas de economía solidaria son de sectores, son de barrio, no pueden sobrepasar el barrio y hacerse de ciudad; igual las de sectores no pueden saltarse del sector y ser para otra cosa, porque eso confunde y se pierde la identidad, ya se ve como una cosa que no es de aquí”, afirma Alvarado, quien ha cuestionado duramente la ley aprobada por el gobierno del presidente Rafael Correa.

El emprendimiento fortalece el sistema de desigualdad

“Hay que ver qué se apoya, para no ser el inicio de la propia explotación de los nuestros”, también afirma Alvarado, pues puede ser que el hablar de emprendimientos sea hablar de cómo sostener el modelo de capital, porque lo que generalmente se busca es que las personas desarrollen sus negocios y se inserten en la dinámica del capital. Esta crítica se va posicionando en sectores de izquierda, más aún cuando se constata que los microcréditos, otorgados sin capacitación ni seguimiento, solo se constituyen en las mejores formas de ganancia financiera de las entidades bancarias; muchos microcréditos han llevado a la quiebra a los emprendedores.

Fondvida ha comprendido que el emprendimiento que se debe apoyar es aquel que pueda ayudar al progreso del barrio, a más del progreso individual. “Fondvida es comunidad, si deja de serlo, será solo un ente financiero más”, sentencia Quingalombo.

Fuente: GestarCoop

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