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Argentina: Una Ley de semillas a la medida de Monsanto


 

Los alimentos que ingerimos tienen como punto de partida una semilla que permitió el nacimiento de una planta que a su vez dio los frutos que terminaron en nuestra mesa. Hasta el pasto de las plazas o la alfalfa que comen las vacas tienen su origen en la semilla de alguna forrajera o gramínea. Por eso la ley de Semillas es más importante de lo que se cree.

 

“En la Argentina hoy sólo se pueden patentar los genes si han sido transformados por el hombre pero no se patentan las plantas, las variedades vegetales y las semillas”, explicó a Mucho más que Dos, el experto de la Fundación Germán Abdala, Edgardo Grunfeld.

Es decir, que si se admitiera el patentamiento de variedades vegetales, como pretenden las grandes multinacionales, estas compañías pasarían a ejercer un control extraordinario en los mercados, permitiendo a estas firmas recaudar derechos por el uso de las tecnologías en casi todos los eslabones de la cadena agroindustrial.

Detrás de esta pelea que parece técnica hay mucho dinero. En el séptimo Congreso de Biotecnología que tuvo lugar

en Rosario, el ex viceministro de Agricultura, Javier Rodríguez, advirtió que si se aprueba la ley de Semillas que pretende Monsanto, la multinacional podría embolsar entre U$S1.500 y U$S3.196 millones por la transferencia de renta.

Las presiones públicas de Monsanto son indisimulables. La Asociación de Semilleros Argentinos (ASA), una entidad controlada por Cargill-Dow, Dupont, Syngenta y Bayer- Monsanto, le advirtió al Gobierno que el proyecto de ley de Semillas que está en danza en el Congreso, requiere modificaciones porque así como está redactado “atenta contra la inversión y el empleo” en el sector agrícola. Uno de los puntos del proyecto que más objetan las multinacionales es el artículo 2 en el que se establece que “el precio que abone cualquier usuario y/o adquirente de semilla incluirá sin excepciones todos los conceptos por los derechos de propiedad intelectural que la semilla y los productos obtenidos a partir del uso de la misma contengan y/o la tecnología incorporada”. La idea del “todo concepto” no les gusta a las corporaciones que aspiran a un proyecto integral que les asegure pingües ganancias.

Pero la batalla por la letra chica recién empieza porque los intereses en juego son muy importantes y el lobby de las multis es muy fuerte. De acuerdo a un informe que publicó CANPO en el 2013, estas trasnacionales producen casi la totalidad de semillas trangénicas que se utilizan en el país. En el caso de Monsanto es la productora del 91% de las semillas transgénicas. Además de ser el primer semillero de soja, maíz, algodón y productor de agroquímicos del mundo, con más del 90% del negocio.

“Las multis han venido presionando desde el 2002 para lograr el patentamiento de plantas y variedades, para impedir el uso legítimo por parte de los agricultores de su semilla, y como no lo consiguieron están tratando de que se modifique la ley de semillas”, denuncia Grunfeld. El proyecto de Semillas del Ejecutivo que Monsanto cuestionó también cosechó el rechazo de los pequeños y medianos agricultores locales, principalmente de la Federación Agraria Argentina. Grunfeld opina que la iniciativa oficial favorece el proceso de concentración en los distintos eslabones de la cadena granaria porque, de esa manera, las grandes firmas multinacionales podrán detentar el control de la genética, la industrialización y la comercialización, prácticamente sin control público.

“Los jugadores más grandes tratan de controlar todos los eslabones de la cadenas; la genética, la tierra, la industrialización y la comercialización. Por ejemplo, Monsanto les va a imponer condiciones a los productores para darles la semilla y si no las cumplen les exigirán a las grandes exportadoras que no reciban sus productos”, comenta el experto. Esto también explica porqué Omar Príncipe, titular de la Federación Agraria Argentina (FAA) definió su postura en contra de la iniciativa oficial: “Lo que se está defendiendo es un sistema social y cultural, frente a intereses económicos y comerciales, donde su primer objetivo es la concentración económica, comercial y productiva”, dijo Príncipe.

Sin embargo, hay un peligro mayor. Grunfeld cree que la aprobación de una nueva ley de semillas es una de las condiciones para que la Argentina ingrese al Tratado Trans-pacífico (TPP). Si el país quiere ser socio pleno, más temprano que tarde, debe avanzar en la aprobación del convenio UPOV 91, un articulado por el cual el Estado que adhiere “se obliga a disponer de una infraestructura institucional y jurídica que vele por el cumplimiento de los derechos de obtentor que proteja las patentes de las multinacionales, independientemente de las leyes de cada país respecto de la producción, el control y la comercialización”.

En la práctica, la versión EPOV 92 condiciona a los Estados parte a extender el derecho de obtención a todas las variedades vegetales presentes en el territorio bajo su jurisdicción e impide a quien no es obtentor continuar multiplicando la especie. “Ellos apuntan a que cuando vos firmás los contratos, cedés todos los derechos y que la vaca también pague un porcentaje por la patentes porque consideran que dentro de la leche hay derivados de los genéticos”, ejemplifica Grunfeld.

En agosto de este año, como contrapeso a las presiones de Monsanto, Federación Agraria presentó en sociedad un completo proyecto de ley con 72 artículos que apunta a “asegurar el uso, producción y multiplicación de semillas a los productores, en el respeto de la propiedad intelectual”. Sin embargo, la pelea cada vez es más desigual. Esta semana, Bayer anunció la fusión/compra de Monsanto por 66.000 millones de dólares, conformándose una de las mayores empresas del mundo con epicentro en el negocio de los medicamentos y los transgénicos. Entonces, los pequeños productores deben pelear con una poderosa multinacional teniendo como árbitro a un gobierno que está integrado por CEOS extranjeros.

Y no hay que perder de vista que lo que se discute, en el fondo, con la ley de Semillas, es la soberanía alimentaria de la Argentina.

Fuente: Muchomasquedos.com.ar

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