Sistema alimentario: Injusto y obsoleto
El sistema actual de producción, industrialización, comercialización y consumo de alimentos en Argentina se caracteriza por estar altamente concentrado y por generar injusticias para los dos actores claves de la cadena: los pequeños y medianos productores y los consumidores. En este contexto, hay sectores de nuestra sociedad que comienzan a cuestionar los patrones tradicionales de producción y consumo y que buscan generar nuevas alternativas.
Desde el consumo, surgen y se potencian nuevos esquemas tales como cooperativas de consumo, la multiplicación de asociaciones de consumidores, el surgimiento de espacios feriales, los tours de compra a los Mercados Centrales, nuevas agrupaciones que acercan bolsones de alimentos agroecológicos y organizaciones políticas que comienzan a enfocarse en la comercialización de alimentos de pequeños productores. Esta explosión de nuevas formas de consumo responde a diferentes causas, debido a su carácter transversal a todas las clases sociales.
En primer lugar, un sector busca alternativas de precios: este es el caso de aquellos que se organizan para adquirir alimentos directamente desde los Mercados Centrales o desde el productor. En segundo lugar, muchos consumidores hacen hincapié en la calidad, a través de otros sistemas de compra (en muchos casos cuestionando la metodología de ofertas de los supermercados), evitando los alimentos procesados e industrializados. En tercer lugar, un sector se enfoca en el cuidado del medio ambiente y en las alternativas saludables buscando, por ejemplo, productos agroecológicos y aquellos que respetan los ciclos naturales a la hora de producir, lo que explica el auge de los productos orgánicos o biodinámicos. Por último, algunos consumidores se interesan en el respeto a los productores, valorando los alimentos elaborados por la economía solidaria donde se ejerce la democracia y el consenso a la hora de decidir sobre los procesos productivos.
La incapacidad de participar en el proceso de toma de decisiones sobre qué, cómo, cuándo y a qué precio consumir, es lo que finalmente origina la búsqueda de nuevos espacios y prácticas para el consumo. Es decir, se cuestiona la falta de participación democrática del sistema.
Desde la producción, se comienzan a ver señales de crisis sectoriales, ya que se amplía la brecha entre lo que recibe el productor y lo que paga el consumidor, se extienden los plazos de pagos a los pequeños y medianos productores, se congelan los precios a los productores y aumentan los costos de los insumos. Paralelamente, la caída de la demanda impacta en las ventas y, por lo tanto, en los precios. Esta situación genera que un gran sector de la pequeña producción comience a organizarse para instalar sus demandas y prefiera, muchas veces, establecer esquemas asociativos para enfrentar las dificultades de manera colectiva. Este es el caso de las cooperativas de productores.
Contexto Internacional
Este escenario que describimos es un reflejo de la dinámica internacional de la producción y de la comercialización de los alimentos a través de las grandes empresas. Pero ¿quiénes son los grandes ganadores? Las empresas ligadas a la producción y comercialización de granos como Syngenta, Monsanto y Nidera; la industria alimenticia a través de Unilever, Nestlé, Arcor y Kraft; y los comercializadores como Cencosud, Carrefour y Coto.
Países como India y China reflejan estas estructuras a nivel global. El caso de Asia es significativo, ya que allí se están expandiendo los supermercados corporativos más que en cualquier otro lugar del mundo, lo que afecta gravemente a la cadena alimentaria acaparando las ganancias de los pequeños productores y comerciantes.
Estos pequeños productores no sólo quedan sometidos a condiciones leoninas para ingresar sus alimentos a las grandes empresas, sino que además quedan expuestos a una feroz competencia difícil de afrontar. Pero no sólo se trata de una cuestión puramente económica, sino también de soberanía alimentaria, ya que estas grandes estructuras condicionan las pautas de nuestra alimentación diaria. Es decir, el supermercadismo amenaza la subsistencia de dos actores clave de la cadena: el pequeño productor y el consumidor.
Por el lado de los consumidores, los nuevos paradigmas también comienzan a manifestarse en el resto del mundo. En este punto, es interesante analizar una encuesta realizada por Nielsen en más de 58 países, según la cual, más de la mitad de los encuestados en Asia, Oriente Próximo y África están dispuestos a pagar más por productos que “benefician a la sociedad”. Al mismo tiempo, un estudio elaborado por la organización Oxfam reveló que casi el 90% de las mujeres en la India, Brasil y Filipinas están interesadas en conocer cómo los alimentos que consumen pueden hacer del mundo un lugar mejor.
En este contexto tan complejo y concentrado, los nuevos espacios de producción y comercialización reflejan intentos, también de gran complejidad, que requieren del largo plazo para evaluar sus resultados. Sin embargo, son alternativas que fortalecen la soberanía alimentaria, al respetar los procesos de producción naturales, al cuestionar el uso de agrotóxicos y al incentivar un precio justo para el productor y para el consumidor.
Fuente: Revista PPV - www.revistappv.com.ar